Asociacion Civil Concordia
Esperanza: la persona humana ¿objeto o fin de la política?
Dr. Pablo de la Torre, presidente.
Murió Esperanza. Su partida era una crónica anunciada. Por un motivo o por otro, fue condenada antes de nacer. Hubo quienes pedían el aborto y quienes alegaban que había que adelantar el parto porque la vida de la madre corría riesgo. Con 23 semanas de gestación, un embarazo detectado en forma tardía y una madre/niña viviendo en una situación de extrema vulnerabilidad, las probabilidades de sobrevida eran casi nulas. Adelantar el parto era condenarla a muerte o a una vida llena de complicaciones. Sin embargo, decisiones torpes, cegadas por la ideología o por intereses políticos mezquinos y cobardes, apuraron la cesárea. Esperanza luchó por vivir pero no pudo.
De la infinita cantidad de temas de debate y análisis que este caso abre, hay uno que me parece fundamental: Tanto su madre como ella, fueron tratadas como medios, no como fines. Se convirtieron en objetos de debate mediático, donde lo último que importó fue el valor intrínseco de ellas como personas, como seres humanos.
Lamentablemente veremos repetirse esta historia una y otra vez si no somos capaces de cambiar el enfoque. Tenemos que pensar que detrás de cada decisión política, de cada ley, hay personas. Personas que son fines en sí mismos, con valor propio y no en relación a su nivel de desarrollo o situación social.
Y a la que primero hubo que mirar como persona, era a la mamá de Esperanza: ella vale, ella tiene derechos y, sin embargo, el estado no la protegió. ¿Dónde estaban aquellos que vimos desfilar en los medios en los últimos días opinando sobre si Esperanza debía vivir o no como si semejante potestad estuviera en sus manos? ¿Sabían si iba a la escuela? ¿Si tenía los controles sanitarios y el calendario de vacunas al día? ¿Habían intervenido para evitar la violencia del entorno que, obviamente, sufría? Si ella hubiera sido contenida y cuidada como se merecía, nada de este horror hubiera existido.
Esos espantos silenciosos son los que hay que combatir, y en esa tarea tenemos que estar todos juntos. Si de verdad queremos crecer como país, debemos salir de esta grieta ideológica que nos paraliza y asumir nuestras responsabilidades en forma silenciosa, poniendo en el foco de nuestro trabajo a la persona, a cada persona, que, como tal, merece vivir y vivir bien.